Cuando era chica nos leían un cuento en el cual había una doncella a la que cuando hablaba le salían rosas de la boca, y otra a la que le salían sapos. La imagen era tan gráfica que hasta hoy me acuerdo el asco que me daba.
Pasó el tiempo y terminé estudiando Relaciones Públicas y Comunicación Social. Pero no fue hasta muchos años después que me crucé por primera vez con el tema de los niveles de comunicación.
La mayoría de las veces cuando hablamos de comunicación humana nos enfocamos en las palabras, los gestos, el tono, con suerte el mensaje. Casi nunca el foco está puesto en la relación, y mucho menos en la profundidad del diálogo.
Es que estamos demasiado metidos en el formato debate. Una forma de hablar que no busca intercambiar sino ganar una discusión. Un modo de pensar que no busca enriquecerse y cambiar de opinión sino al contrario, imponer un punto de vista sin importar el tipo de argumento. Y eso en el mejor de los casos. Muchos viven hoy en el formato panelista del famoso “hablemos sin saber”. Y es que esta forma de hablar está hecha para la tribuna y entonces ya ni siquiera importa ganar una discusión, sólo importa llamar la atención.
Atención que es cada vez más escasa, más dispersa, más volátil, más fragmentada e inestable. Más superficial.
Creo que esa es una de las razones por las cuales el coaching sigue creciendo. Con una mano en el corazón, ¿cuántas veces tenemos la oportunidad de hablar una hora seguida sobre lo que nos pasa, lo que queremos y lo que hacemos para lograr lo que queremos sin que algo o alguien nos interrumpa?
Demasiado pocas.
Y eso nos lleva al tema de los niveles de comunicación. Aunque a simple vista pareciera que todos hablamos y escuchamos, si pudiéramos poner un medidor de niveles de conversación, a todos nos daría un gráfico bien diferente.
Los niveles son 5:
Nivel 1: Hablar sobre las cosas, el fútbol, el tiempo. Small talk. Modo observador que describe lo que vió.
— ¿Viste que Alberto tiene un perro?
— Sí, y ¿viste que es igualito al de Rosita?
Nivel 2: Hablar de los otros. Repito lo que escuché o leí, nada propio. Modo loro repetidor. Comentaristas.
— Qué interesante las ideas de Nietzsche, ¿viste lo que dice sobre que “Toda convicción es una cárcel”?
— El tipo estaba loco.
Nivel 3: Hablar de mis ideas. Me empiezo a exponer y soy protagonista. Corro el riesgo de ser criticado y juzgado.
— Estuve pensando que quiero emprender.
— ¿En este país? Vos estás demente.
Nivel 4: Hablar de mis emociones. Las reconozco, puedo ponerles nombre y expresarlas. No sólo corro el riesgo de ser criticado o juzgado, corro el riesgo de ser rechazado o incomprendido.
— Me preocupa cómo esta situación puede afectar a mi salud, me siento mal y solo.
— Bienvenido al club.
Nivel 5: Compartir inquietudes actuales e importantes. El riesgo que se corre es el más grande: ser ninguneado. Lo que a vos te pasa no le importa a nadie, vos no sos importante para nadie.
— Te llamé para decirte que te amo.
— …
En todos los ejemplos puse a propósito respuestas que impiden continuar el diálogo hacia el siguiente nivel. Aunque muchos gusten de representar los niveles como una escalera, yo prefiero pensar los niveles de comunicación como en buceo. Ir más profundo, más a fondo, es cada vez más peligroso no porque sea peligroso bucear sino porque, como no estamos acostumbrados, una mala pasada puede dejarnos sin aire y sobre todo sin ganas de volver a bajar.
Tanto en las empresas como en la vida personal, la enorme mayoría del tiempo estamos en modo 1 y 2. Llegar al nivel 3 implica asumir riesgos y principalmente protagonismo, hacernos cargo de nuestra situación y tomar decisiones al respecto. Comunicarlas y ejecutarlas. Tomar acción responsable y salir del lugar de soldado que hace lo que le dicen. Madurar.
Para llegar al nivel 4 se necesita, además, desarrollar vínculos de confianza que permitan ese espacio seguro para compartir lo que me pasa. No lo que me pasó, lo que me pasa con eso que me pasó. Hablar de mis emociones no es tirarle al otro encima todos mis rollos. Es, por el contrario, compartirle al otro quién soy, qué me gusta, qué no me gusta. No mis reacciones. Mis percepciones.
Este nivel 4 está poco concurrido y es porque requiere del otro lado alguien que escuche sin juzgar. Alguien que no tome partido ni quiera solucionar nada en ninguna dirección particular. Sin agenda. Sin manipulación.
Por último está el nivel 5. El Olimpo para aquellos que hayan decidido emprender el viaje de ser auténtico y respetar al otro en aquello que quiera ser y hacer. El lugar desde donde cada uno se sabe y se siente libre como para compartir sus ilusiones y sus miedos. Un espacio de pares, no porque tengan la misma edad ni la misma jerarquía sino porque hablan desde su ser humanos, con una historia a cuestas y un propósito por descubrir.
Todos los niveles son importantes. No se llega al 5 sin haber pasado por los anteriores. No se pasa de nivel hasta no haber dominado el anterior.
Sí, todos hablamos y escuchamos. Pero ¿cómo está tu medidor de niveles de conversación?
Conversar: con-versar, dar vueltas con. Bailar. Movernos juntos. Bucear juntos.