Varios estudios han demostrado que una alimentación adecuada en el trabajo se traduce directamente en una mayor productividad, teniendo en cuenta sus efectos en la seguridad y salud laboral.
Tener acceso a una alimentación adecuada y suficiente –tanto en términos cuantitativos como cualitativos– es un derecho de todas las personas. Del mismo modo, este derecho debería cumplirse también en el ámbito laboral, donde pasamos gran parte de nuestras vidas.
El problema no solo radica en el acceso a esa alimentación sino, además, a la calidad nutricional de la misma. Se trata de un factor importante en las condiciones de salud de los trabajadores, teniendo presente que el capital humano es el recurso más básico y fundamental para generar crecimiento económico acompañado de incrementos de productividad y eficiencia.
Varios estudios han demostrado que una alimentación adecuada en el trabajo se traduce directamente en una mayor productividad, teniendo en cuenta sus efectos en la seguridad y salud laboral.
Christopher Wanjek, prestigioso periodista y escritor estadounidense especializado en salud, hizo un estudio profundo sobre la situación de la alimentación laboral en gran parte del mundo, que se tradujo en el libro “Food at work” (2005), escrito por encargo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Allí, Wanjek subraya que el ambiente laboral, donde muchos adultos pasan un tercio de su día, o la mitad de las horas en las que están despiertos, es un lugar lógico para realizar intervenciones de salud. Al respecto, dice: “Los programas de educación alimentaria en el trabajo pueden prevenir deficiencias de micronutrientes y enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes, cardiovasculares, hipertensión, entre otras”.
Según el estudio realizado por Wanjek, una persona obesa, tiene el doble de probabilidades de ausentismo que una persona con estado nutricional normal. A partir de esto, Wanjek manifiesta que “consumir alimentos de buena calidad, junto a los compañeros en un entorno laboral tranquilo, ayuda a los trabajadores a rendir al máximo. Cuando los trabajadores están relajados y se han alimentado bien, son más productivos, lo que beneficia a sus empleadores y familias”, asegura el especialista, y advierte que la nutrición inadecuada de los trabajadores implica que las empresas tengan pérdidas de productividad cercanas al 20%.
Por lo tanto, Wanjek concluye que brindar acceso a una buena alimentación en el trabajo debe considerarse una inversión, ya que de esta manera se logra una reducción de ausentismo por enfermedad y accidentes laborales, al tiempo que garantiza un aumento de la productividad”.
Si bien no hay datos concretos de la situación alimentaria laboral en Argentina, podemos exponer, por experiencia propia o de familiares, conocidos, amigos, que la mayoría de los trabajadores que trabajan en horario corrido suelen hacerlo en espacios físicos que no cuentan con las condiciones higiénicas idóneas, así como tampoco cuentan con el tiempo suficiente o la calidad de la alimentación no es óptima. Algunos trabajadores directamente no almuerzan regularmente, lo que genera molestias físicas y psicológicas (fatiga, dolor de cabeza, desconcentración, irritabilidad, etc.), y afecta la productividad laboral.
Teniendo en cuenta los beneficios que acompañan una mejor alimentación, se puede concluir que la misma en el trabajo, no debiera ser considerada un gasto, sino que más bien una inversión que reduce costos para el empleado y el empleador.
Pero, ¿cómo es posible lograrlo?, para eso, se pueden implementar diferentes medidas para mejorar el acceso de los trabajadores a la alimentación y el descanso durante la jornada laboral. Estas medidas suelen ser costo-efectivas y generan mayor satisfacción laboral lo cual, a fin de cuentas, se refleja en un aumento de la productividad. Asimismo, es necesario definir e implementar intervenciones específicas con participación de los diferentes actores involucrados: empresas, trabajadores, Estado, y profesionales de la salud.