El compromiso es un acto, no una palabra. Jean Paul Sartre.
La solidaridad nos enorgullece. De forma individual o grupal colaboramos sin dudarlo, muchas veces comprando productos específicos o rescatando de nuestros hogares elementos que puedan ser útiles. Las organizaciones reciben habitualmente donaciones, a veces muy necesarias, pero también en algunas oportunidades deben redireccionar a otras instituciones por la acumulación, generando así una red de colaboración interinstitucional.
Ser solidarios implica adherir a una causa o interés que nos identifica y que se alinea a nuestros valores. Nos moviliza estar presentes ante las necesidades de otros. También elevamos nuestro altruismo y desarrollamos nuestra sensibilidad. En ciertas ocasiones, hasta tenemos un sentimiento de enojo cuando otros no son solidarios y parecen demostrar desinterés por la causa que apoyamos.
Las organizaciones necesitan de la solidaridad, pero más aún necesitan del compromiso social. La solidaridad es valiosa y necesaria, pero no suficiente.
El compromiso social, es más que un evento solidario, es un proceso responsable que desarrolla una persona hacia las necesidades de comunidades en situación de riesgo que requiere voluntad, continuidad y una conciencia social evolutiva. Requiere que las personas “donen” su tiempo y sus conocimientos en beneficio de las organizaciones de la sociedad civil. Y así se genera un sistema de voluntariado, donde las instituciones reciben el trabajo ad honoren de personas con sentido humanitario, empatía y principalmente constancia, garantizando continuidad a largo plazo.
Y cuando otras organizaciones como el Estado, la Iglesia, las Instituciones educativas y las empresas se suman en este proceso de compromiso, podemos enorgullecernos ya que hemos logrado generar no sólo solidaridad sino una responsabilidad compartida por nuestra comunidad.