Mate al estilo sirio.

En el mundo árabe, millones de personas comparten nuestro amor por la yerba mate.

Costumbres que nos inculcó el coronavirus, en ya casi dos años de persistente y silenciosa compañía: salir de casa siempre con barbijo, lavado de manos con alcohol cada vez que se dé la oportunidad, saludo con el puño (por suerte lo del codo pasó de moda enseguida). Pero el hábito que más nos toca, por haberse metido con nuestra identidad rioplatense, es el del mate individual. Digamos rápidamente que como medida preventiva es indiscutible, ya que la temperatura del agua no es suficiente para matar al virus, por lo que la bombilla resulta una eficiente plataforma de contagio. La cuestión es que, poco tiempo atrás, no se nos habría ocurrido visitar a un amigo o pariente llevando mate y bombilla propios para la ocasión.

Lo que no muchos materos saben es que esta infusión tan nuestra se encuentra firmemente arraigada en una zona del oriente medio. De forma masiva en Siria y, en menor medida, en Líbano, se toma mate. Pero allí, desde hace décadas, la costumbre indica compartir el termo o la pava, utilizando cada uno su mate personal, que suele ser de vidrio. Por lo demás, el significado de fondo es el mismo, la doble función del mate como ritual social y como compañía en la soledad.

¿Mate en Siria? La comunidad sirio-libanesa en nuestro país es la más numerosa si dejamos de lado las de origen americano o europeo. Se estima que tres millones y medio de argentinos están vinculados a ella por al menos un antepasado. La primera ola inmigratoria importante comenzó en la década de 1860, compuesta en su mayoría por cristianos que escapaban de la segregación religiosa. Llegaban con pasaporte del Imperio Otomano y socialmente, por generalización, eran identificados como turcos. A partir de allí, con picos vinculados a distintos conflictos militares, la corriente migratoria se mantuvo hasta la década de 1970, y desde allí, en menor medida, hasta el presente.

Una vez incorporado el hábito del mate por esta comunidad, el contagio hacia su región de origen fue cuestión de tiempo. Inmigrados o sus descendientes volviendo a vivir a su país de origen, o solo de visita para el casamiento de un primo, o sirios viniendo a visitar a sus parientes de acá. Y siempre el paquete de yerba, para el necesario consumo propio o para regalar (¿qué más típico de la Argentina?). Este flujo de ida y vuelta, sostenido durante décadas, terminó por instalar una costumbre que hoy practican millones de sirios y libaneses, tengan o no algún nexo familiar con nuestro país.

Algunos datos. La yerba mate se cultiva en la región de la selva misionera y su producción está concentrada en solo tres países: Argentina (60%), Brasil (35%) y Paraguay (5%). Siria es el principal importador mundial de este producto, seguido de cerca por Uruguay. Según el Instituto Nacional de Yerba Mate, nuestro país exportó el año pasado casi 43 millones de kilos de yerba, de los cuales 32 millones, nada menos que el 76%, tuvieron como destino Siria. Otro dato relevante es que existen en la provincia de Misiones dos compañías yerbateras de capital sirio. En cuanto a Uruguay, el motivo por el que no aparece en nuestra carpeta de clientes es que allí el gusto se inclina por la yerba brasilera, que se procesa de un modo distinto al nuestro, resultando más fina y sin palo. Por suerte, el paladar sirio prefiere la yerba argentina.

By: Leonardo Zanetti. Periodista.

Anterior
Siguiente

Comentarios

Ilda

Muy buen artículo. Es interesante ver cómo crece una costumbre tan sudamericana…tan nuestra. Gracias Leo por interesarte y contarnos estas novedades que son cotidianas y a veces pasan desapercibidas