¿Qué es el desarraigo? Es un estado vivido por aquellos que abandonan su entorno y pierden los lazos que los unen a sus propias raíces; es la pérdida de referencias que le permiten a una persona encontrar su lugar dentro de un entorno.
En ciudades como Rafaela, en donde hay mucha demanda de profesionales, muchas veces se recurre a búsquedas amplias en las que resultan elegidas personas que vienen de ciudades más grandes, como Córdoba, Rosario o Buenos Aires.
Algunas veces el contrato incluye una serie de beneficios, para atraer a ese profesional y lograr el traslado, como pueden ser el alquiler de vivienda, gestión de un banco en una escuela privada, cobertura médica, etcétera, que claramente ayudan a que las personas se sientan más seguras en su lugar nuevo.
Esta práctica es conocida y se realiza habitualmente cuando se lleva a una persona a trabajar en una ciudad de otro país, y se acompaña de un proceso en el que se ayuda a la familia a adaptarse a un nuevo contexto cultural. Esto último parece no ser necesario en el caso de una mudanza dentro del país, ya que parece que no hay un tal desafío cultural, y de hecho muchas veces no se hace.
Me atrevo a diferir con este parecer. Siempre que nos movemos de nuestros afectos sufrimos de lo que podemos llamar, según definición de la filósofa Simone Weil, el desarraigo. Esta es una condición que requiere de un duelo como cualquier otra situación de pérdida. En el caso de una mudanza de una ciudad a otra, como mínimo tenemos el estrés de la mudanza.
Esta pérdida de mi lugar de residencia, para establecerme en otro sitio, es una de las situaciones más estresantes de la vida. Si a eso le sumamos el dejar atrás a mis afectos, mis rutinas, mis círculos de pertenencia – como puede ser el club o la escuela – se profundiza aún más el estrés, y se configura esta condición de desarraigo.
Para poder sobrellevarlo, es necesario encontrar el modo de echar raíces nuevas en el lugar de destino. Esto suele ser fácil para la persona que se mudó por un trabajo, porque naturalmente genera nuevos vínculos entre sus contactos laborales. No siempre lo es para quienes lo acompañan, que en algunos casos extremos pueden llegar a sufrir una depresión.
Es importante trabajar desde el inicio del traslado para mitigar el impacto de la mudanza y los múltiples cambios. Este trabajo lo puede hacer un coach, en un proceso corto, con un objetivo claro. Si la situación no se atiende a tiempo, es probable que la persona necesite asistencia psicológica. Más aún, puede requerir de un tratamiento psiquiátrico farmacológico, si se lleva la situación al extremo.
El proceso que se propone para la transición brindará a las personas herramientas para el desarrollo de relaciones nuevas y una adaptación a las diferencias culturales, que parecen inexistentes, pero están. Pensemos en todas las diferencias que puede haber en el día a día entre una ciudad de millones de habitantes, y una de un poco más de cien mil, y sabremos imaginar que la adaptación puede no ser fácil.
Las empresas podrían implementar horas de coaching para acompañar estos procesos por parte de los familiares. Se establece como objetivo la posibilidad de echar raíces y así poder llevar adelante un arraigo exitoso por parte de todo el grupo que llega con el trabajador contratado. Esto redundará en contrataciones que perduren en el tiempo.